(9/10) ALTAMENTE RECOMENDADO
A lo largo de los años, la saga Doom ha sido muchas cosas: una revolución técnica en los 90, una vuelta al caos visceral en 2016, una sinfonía de destrucción coreografiada con precisión quirúrgica en Eternal, y ahora, en The Dark Ages, un poema medieval brutal recitado a gritos entre huesos rotos y relámpagos de energía arcana. Id Software, en lugar de repetir la fórmula de sus entregas recientes, decide retroceder en la línea temporal del universo y sumergirnos en un pasado tan oscuro como sangriento, dando vida a una precuela que si bien mantiene los pilares jugables del Doom moderno, también reconfigura el tablero con una identidad propia y absolutamente inconfundible.
Gracias a Bethesda Latinoamerica por el código para prensa usado en la realización de este análisis.
La historia en The Dark Ages no es compleja, ni pretende serlo, pero eso no le resta fuerza ni carácter. El Cazador —este Slayer prehistórico— es una versión más contenida, más arquetípica, casi mitológica del Doomslayer que ya conocemos. No habla, no duda, y cuando por fin lo sueltan de sus cadenas alienígenas, se lanza como un misil emocional hacia una venganza envuelta en fuego y vísceras. Pero en un sorprendente giro, también es un personaje con momentos de humanidad, incluso ternura. Un gesto con su corcel alado, una mirada de rabia contenida ante la invasión de sus aliados, un aura de tragedia griega. La narrativa aquí no compite con las grandes óperas espaciales del medio, pero consigue algo más importante: darle al caos una estructura emocional y, a veces, incluso melancólica.
Lo primero que se nota al entrar en The Dark Ages es su compromiso absoluto con una estética medieval-fantasiosa pasada por el filtro metalero más exagerado posible. Castillos hechos de calaveras, armaduras biomecánicas, altares infernales flotando sobre paisajes góticos… es como si los cuadernos escolares de un adolescente obsesionado con Iron Maiden cobraran vida. La ambientación es tan intensa y honesta en su propuesta que resulta difícil no rendirse ante ella. No es un mundo realista, ni pretende serlo: es una fantasía heavy, pura y sin adulterar, que no pide permiso ni perdón. Y en este mundo, tú eres el destructor encarnado.
Pero lo que convierte a Doom: The Dark Ages en algo más que una fantasía de poder visualmente llamativa es su combate. El ritmo no es tan frenético como en Eternal, pero no porque se haya vuelto lento, sino porque ha mutado. El movimiento ahora se siente más pesado, más deliberado, pero sigue siendo igual de letal. Ya no eres una nave de combate con piernas, sino una catapulta humana capaz de aplastar demonios a escudazos y de rematar enemigos con un arsenal que equilibra lo familiar con lo nuevo. Las armas, por ejemplo, han sido tratadas con una atención milimétrica: cada una tiene una razón de ser, una textura distinta, un papel táctico definido. Desde el brutal Empalador que se transforma de fusil de precisión a ametralladora de clavos infernales, hasta el acelerador capaz de paralizar y destrozar armaduras demoníacas, el juego te obliga —y te recompensa— por experimentar con cada herramienta.
El escudo del Slayer merece un párrafo entero, y posiblemente dos. No solo por lo divertido que es lanzarlo como el martillo de Thor en pleno frenesí, sino porque cambia la forma en la que piensas el combate. Ahora puedes embestir enemigos, rebotar entre ellos como un proyectil humano, y detener ataques justo a tiempo para desatar una represalia brutal. La mecánica de «parry», bien implementada y perfectamente temporizada, añade una capa táctica que hace que cada enfrentamiento se sienta como un duelo entre titanes. No es solo disparar y esquivar; es un ballet de destrucción en el que tú eres tanto bailarín como espada.
El diseño de niveles también da un paso adelante, alejándose de los corredores y arenas cerradas que dominaron Doom 2016 y Eternal. Aquí, los mapas son más abiertos, con objetivos no lineales, secretos ocultos y caminos alternativos que invitan a explorar sin perder el foco. Con 22 capítulos en total, la campaña de The Dark Ages no solo es extensa —ronda entre las 16 y 20 horas para un jugador promedio— sino que se siente generosa. Y lo más importante: quiere ser rejugada. El sistema de porcentaje de completado que se muestra al final de cada nivel, sumado a la ausencia de un modo multijugador competitivo, le da un enfoque completamente single player al juego, apostando a que volverás no por trofeos vacíos, sino por el puro placer de la perfección.
Hablando de variedad, The Dark Ages no se contenta con mantenerte en tierra firme todo el tiempo. A mitad de camino, el juego introduce dos secciones que han dividido a los fans: las secuencias del mecha Atlan y las del dragón volador. En el caso del mecha, te conviertes en una especie de Power Ranger gótico manejando un coloso mecánico. Su ritmo es más lento y su combate más básico —puñetazos, bloqueos, algún disparo cargado—, pero ver a este gigante destruir demonios como si fueran juguetes tiene un valor casi cinematográfico. No es el mejor momento jugable del título, pero sí uno de los más memorables visualmente.
Las secuencias del dragón, por otro lado, tienen más problemas. Volar con este corcel aéreo tiene su encanto inicial, pero sus controles son toscos, sus objetivos repetitivos, y la jugabilidad se reduce a esquivar y disparar. Funcionan más como interludios estéticos que como momentos de verdadero impacto jugable. De hecho, uno no puede evitar desear que fuesen más breves, o al menos más variados. Pero incluso en su mediocridad relativa, aportan sabor al conjunto y rompen el ritmo de forma razonablemente efectiva. Quizá en un futuro DLC estos conceptos puedan pulirse y ofrecer algo más redondo.
Comparado con Doom Eternal, The Dark Ages es menos una evolución y más una bifurcación en el camino. Donde Eternal era una coreografía aérea de velocidad y precisión quirúrgica, The Dark Ages es una ópera brutal de peso y contundencia. El sistema de combate se ha ralentizado ligeramente, sí, pero en lugar de perder intensidad, gana en control, en poder táctico. No estás huyendo como una mosca molesta, sino avanzando como un tanque blindado. Y eso, sorprendentemente, se siente igual de poderoso, o incluso más.
Visualmente, el juego es una bestia. En PC, funciona como un reloj, incluso en momentos de máxima tensión con decenas de enemigos en pantalla. Solo en algunas escenas muy puntuales con enemigos colosales se notan bajones mínimos de rendimiento, pero nunca hasta el punto de comprometer la experiencia. Y aunque la banda sonora no alcanza la intensidad icónica del trabajo de Mick Gordon en entregas anteriores, cumple con creces: es un acompañamiento sólido, a veces envolvente, que nunca entorpece el juego y ocasionalmente lo eleva.
Uno de los grandes aciertos de Id Software en The Dark Ages ha sido diseñar una experiencia que, a pesar de su linealidad fundamental, parece abierta gracias a su arquitectura y diseño de encuentros. Nunca sientes que el juego te arrastre de la mano, pero tampoco que te deje a la deriva. Hay un ritmo maestro dirigiendo la sinfonía, pero tú eliges cómo tocar cada instrumento. Y en eso se basa gran parte de su rejugabilidad: volver no solo para encontrar más secretos, sino para mejorar como jugador, dominar nuevas armas, intentar otros caminos. Todo sin necesidad de un modo online que prolongue artificialmente la vida útil del juego.
A pesar de algunas secciones menos inspiradas —el dragón, algunas cinemáticas apresuradas, ciertos picos de dificultad poco equilibrados—, Doom: The Dark Ages se siente como el regreso a casa de una franquicia que nunca dejó de reinventarse. Con su combate visceral, su ambientación exageradamente gloriosa, y un protagonista que grita sin palabras, el juego demuestra que la acción en primera persona todavía puede ser elegante, incluso poética, sin perder su esencia salvaje.
CONCLUSIÓN
The Dark Ages es una carta de amor no solo al pasado de Doom, sino al poder del videojuego como forma de liberar instintos primarios y, paradójicamente, encontrar belleza en la destrucción. Es ruidoso, exagerado, casi ridículo por momentos, y sin embargo está hecho con una precisión y una pasión que se sienten en cada disparo, en cada escudo lanzado, en cada demonio que cae. Un viaje sin vuelta atrás a la edad oscura del metal, donde desgarrar y cuidar no son opuestos, sino las dos caras de una misma masacre.
DOOM: The Dark Ages está disponible en PC a través de Steam, Microsoft Store y PC Game Pass, en PlayStation 5 y Xbox Series X|S. Puedes ver el tráiler de lanzamiento a continuación.