(9.5/10) ALTAMENTE RECOMENDADA
Walter Salles regresa con Aún estoy aquí, un película que retrata uno de los capítulos más oscuros de la dictadura militar en Brasil a través de la mirada de Eunice Paiva (Fernanda Torres), una mujer cuya vida quedó marcada por la desaparición forzada de su esposo, Rubens Paiva. Adaptada de la autobiografía de su hijo, Marcelo Rubens Paiva, la película busca ser un testimonio de resistencia y duelo, pero lo hace a través de un enfoque estilizado que, aunque conmovedor, también suaviza el impacto de la historia real.
Desde sus primeros minutos, el filme se presenta con una estética cálida y humanista, envolviendo a los Paiva en una burbuja de armonía familiar que contrasta con la brutalidad que está por venir. La fotografía de Adrian Teijido baña cada escena en una luz nostálgica, con una casa vibrante que simboliza el refugio emocional de los protagonistas. Salles, quien conoció personalmente a la familia en su infancia, imprime autenticidad en la recreación de este hogar, pero también lo idealiza, haciendo que la película pierda algo del realismo que la historia demanda.
Fernanda Torres encarna a Eunice con una actuación contenida pero llena de matices. Su lenguaje corporal y sus silencios comunican más que los diálogos, mostrando el peso del miedo y la incertidumbre que la acompañan tras la desaparición de su esposo. La escena inicial, donde nada en el Atlántico antes de ser interrumpida por un helicóptero militar, sintetiza visualmente el conflicto central del filme: una mujer atrapada entre la normalidad y la represión. La película construye con precisión el clima de tensión política, pero evita sumergirse en las profundidades del horror, lo que hace que su impacto sea más emocional que visceral.
El guion de Murilo Hauser y Heitor Lorega opta por un enfoque narrativo limitado, manteniendo la perspectiva de Eunice y evitando explorar en detalle las actividades políticas de Rubens. Esto refuerza la incertidumbre de la protagonista, pero también le resta contexto al drama. Se nos muestra a la dictadura como una fuerza omnipresente y aterradora, pero rara vez se nos permite ver sus mecanismos internos. Este estilo minimalista recuerda a filmes como Desaparecido (1982) de Costa-Gavras, aunque con una ejecución más contenida y menos política.
Uno de los momentos más logrados de la película es la secuencia del arresto de Rubens y el asedio a la casa de los Paiva. Salles evita el sensacionalismo y en su lugar introduce un vacío emocional, oscureciendo la casa y sumiendo a los personajes en un silencio asfixiante. Es en estos momentos donde Aún estoy aquí encuentra su mayor fuerza, al transmitir el miedo paralizante que vivieron muchas familias en esa época. Sin embargo, conforme la película avanza, esta crudeza inicial se diluye en una estructura más convencional de drama biográfico.
A medida que pasan los años en la historia, el guion empieza a depender de saltos temporales que, aunque necesarios, reducen el impacto emocional. La película pierde intensidad en su acto final, cuando el relato avanza hasta la transición democrática en Brasil. La lucha de Eunice por obtener justicia queda retratada de forma digna, pero el filme evita ahondar en las complejidades del proceso, presentándolo más como un cierre simbólico que como una confrontación real con la historia.
Uno de los aspectos más criticables de Aún estoy aquí es su tendencia a embellecer el sufrimiento. La inclusión de imágenes de archivo de la familia Paiva parece una elección elegante, pero también refuerza la sensación de que estamos viendo un homenaje más que una exploración profunda de los hechos. La película busca conmover más que confrontar, lo que puede resultar frustrante para quienes esperaban un análisis más incisivo del papel de la dictadura y sus consecuencias.
A pesar de estas limitaciones, el filme logra ser efectivo en su retrato de la resiliencia de Eunice. Su determinación, su capacidad de aguantar el dolor y su lucha por la memoria de su esposo se convierten en el motor emocional de la película. La escena en la que finalmente expresa su ira es uno de los momentos más poderosos, ya que rompe con la contención previa y deja ver la profundidad de su dolor.
En términos de dirección, Salles demuestra su maestría en la composición visual y el manejo de la atmósfera. Su estilo pausado y observacional funciona bien en los momentos íntimos, pero a veces da la sensación de que la película se mantiene a una distancia segura de su propia historia. La música, utilizada con moderación, refuerza la melancolía, aunque en ocasiones cae en la trampa de subrayar las emociones de forma innecesaria.
CONCLUSIÓN
Aún estoy aquí es un drama conmovedor que logra capturar la resiliencia de Eunice Paiva, pero lo hace con un enfoque estilizado que le resta contundencia a su mensaje. Walter Salles ofrece una película visualmente hermosa y emocionalmente efectiva, pero que evita los bordes más afilados de la historia que retrata. Es una obra digna y respetuosa, pero que deja la sensación de que pudo haber sido más valiente en su acercamiento a la verdad.
Aún estoy aquí llega a los cines peruanos el jueves 20 de febrero. Puedes ver el tráiler a continuación.