Disney Animation regresa con una secuela ambiciosa que pretende expandir el legado de Moana, una de las películas más queridas de la última década. Bajo la dirección de David Derrick Jr., Jason Hand y Dana Ledoux Miller, Moana 2 combina nuevas perspectivas creativas con el peso de las expectativas generadas por su predecesora. Este nuevo capítulo se arriesga al pasar de lo épico a lo íntimo, y aunque a veces tropieza, logra entregarnos una historia emocionante, visualmente deslumbrante y con canciones memorables.
Desde el principio, Moana 2 se enfrenta al desafío de justificar su existencia. ¿Qué más podía contar sobre una heroína que ya había completado su arco en la primera entrega? La respuesta se encuentra en su inteligente enfoque: expandir el universo de Moana al cuestionar lo que ocurre después del “felices para siempre”. La primera película concluía con la heroína reconciliando a su pueblo con sus raíces como navegantes. Sin embargo, esta secuela plantea una pregunta importante: ¿qué sucede cuando el pasado ya no es suficiente y la búsqueda se orienta hacia el futuro?
La trama se sitúa tres años después del primer filme. Motunui prospera, pero Moana no está satisfecha. Su espíritu aventurero la lleva a buscar otras islas, otras culturas, y otros pueblos que, como el suyo, pudieran haber sufrido los estragos del aislamiento. Este objetivo se vuelve vital cuando una visión ancestral le revela que el destino de su pueblo, y quizás de todo el mundo, depende de restablecer los lazos rotos por una maldición. Este giro narrativo aporta una profundidad inesperada, transformando a Moana no solo en exploradora, sino en una mediadora cultural, una figura que busca unir mundos.
La construcción del mundo es uno de los puntos más fuertes de Moana 2. A través de la paleta de colores vibrantes y la animación fluida que caracteriza a Disney, el filme da vida a nuevas islas y culturas, ampliando el alcance geográfico y narrativo del universo de Moana. La incorporación de nuevos personajes, como la intrépida Moni, el sabio pero cínico Kele y la ferozmente leal Loto, añade capas de dinamismo a la historia. Aunque algunos de estos personajes pueden parecer arquetípicos, sus interacciones con Moana enriquecen el núcleo emocional de la película.
El antagonista, Nalo, es quizás uno de los puntos más flojos de la narrativa. Aunque su amenaza es tangible y su diseño es imponente, carece de la complejidad que hizo de Te Kā un personaje memorable en la primera entrega. Su motivación se siente algo genérica y, aunque cumple su propósito como catalizador de la aventura, no deja una huella significativa. Este vacío narrativo podría haber sido aprovechado para explorar conflictos más íntimos entre los personajes principales, en especial entre Moana y Maui.
Maui, interpretado nuevamente por Dwayne Johnson, tiene una presencia limitada en la primera mitad del filme, pero su regreso en el tercer acto es un golpe de nostalgia bien ejecutado. La química entre Maui y Moana sigue siendo uno de los aspectos más entrañables de la franquicia. Sin embargo, la demora en su reaparición puede frustrar a los espectadores que esperaban una mayor participación del semidiós desde el inicio. Este retraso es compensado en parte por las secuencias de acción emocionantes que culminan en su redención como héroe indispensable.
El guion, escrito por Jared Bush y Dana Ledoux Miller, tiene momentos brillantes, pero también deja cabos sueltos. Algunos arcos narrativos parecen incompletos, como la relación entre Moana y su hermana menor, Simea, quien aparece como un personaje intrigante pero subutilizado. Además, ciertas transiciones entre escenas tienen un aire episódico que delata los orígenes del proyecto como una serie de televisión, lo que podría desconcertar a algunos espectadores.
En el aspecto musical, las composiciones de Abigail Barlow y Emily Bear capturan la esencia del espíritu polinesio con canciones pegadizas y emocionales. Temas como “Beyond” y “What Could Be Better Than This?” destacan por su capacidad de avanzar la trama mientras exploran los dilemas internos de los personajes. Aunque es difícil igualar la brillantez de temas como “How Far I’ll Go” de la primera película, la banda sonora de Moana 2 tiene suficientes momentos destacables para mantenerse en la memoria del público.
Visualmente, la película es un festín para los ojos. Los paisajes marinos, las texturas realistas de las islas y la animación detallada de los personajes reflejan el compromiso de Disney con la excelencia técnica. Sin embargo, donde realmente brilla la animación es en las secuencias de acción, como la confrontación climática en la isla hundida de Motufetu. Estas escenas no solo son emocionantes, sino que también están cargadas de simbolismo, reforzando los temas centrales de la película.
El mensaje de Moana 2 es claro: la conexión y la colaboración son esenciales para la supervivencia. En un mundo donde la fragmentación parece cada vez más común, el mensaje de Moana de unir a las comunidades resuena con una relevancia particular. Este enfoque no solo enriquece la narrativa, sino que también asegura que la película tenga un impacto emocional duradero.
A pesar de sus fortalezas, Moana 2 no está exenta de fallos. La estructura narrativa puede sentirse desigual, y algunos personajes secundarios, aunque carismáticos, carecen de un desarrollo profundo. Sin embargo, estos problemas no eclipsan los logros de la película. Con su corazón sincero, su humor encantador y su ambición temática, Moana 2 se mantiene como una digna continuación que honra el legado de su predecesora.
En conclusión, Moana 2 es una secuela vibrante que expande el mundo de su heroína de maneras significativas. Aunque tiene momentos que delatan sus orígenes como proyecto televisivo, la película logra equilibrar sus debilidades con fortalezas visuales, emocionales y musicales. Si bien no alcanza las alturas de la primera entrega, Moana 2 es una adición sólida a la filmografía de Disney y deja la puerta abierta para futuras aventuras en el vasto océano que nuestra heroína aún tiene por explorar.