(7/10) RECOMENDADO
Volver a Onimusha 2 hoy, más de veinte años después de su lanzamiento original, es como abrir un cofre enterrado lleno de ideas raras, decisiones de diseño valientes y mecánicas que simplemente no tienen equivalente en los juegos actuales. Que Capcom decidiera remasterizar esta entrega para PC no es simplemente un gesto nostálgico; es, en el fondo, un pequeño acto de preservación cultural. Porque Samurai’s Destiny, a diferencia de otros títulos más calculadamente construidos, nunca fue un juego pensado para gustar a todo el mundo. Su rareza, su insistencia en caminos poco explicados y su estructura impredecible lo convirtieron en una secuela que tomó el desvío más largo y extraño posible respecto a su predecesor.
Gracias a Capcom Latinoamérica por el código para prensa usado en la realización de este análisis.
En la superficie, todo parece familiar. Japón feudal, demonios que surgen de las sombras, un samurái en busca de venganza y ese toque sobrenatural que la saga Onimusha comparte con otros juegos de Capcom como Resident Evil. Pero en cuanto uno cruza las primeras puertas del pueblo de Imasho, empieza a notar que aquí las cosas no siguen el mismo curso. Esta no es una aventura de túnel con jefes prefijados ni una historia lineal que empuja al jugador con la urgencia de una amenaza constante. Aquí, el protagonista Jubei Yagyu no es un héroe solitario, sino alguien cuya historia y poder están íntimamente conectados con los personajes que decide, o no, conocer.
El sistema de afinidad con personajes secundarios, basado en dar regalos para establecer vínculos, es sin duda el núcleo que define a Onimusha 2. Es una mecánica que hoy podría parecer arbitraria, casi críptica: el juego jamás te explica con claridad qué dar, cuándo o a quién. Y sin embargo, esa es precisamente su mayor virtud. En vez de entregarte tutoriales o mapas mentales de progresión, el juego apuesta por la observación y el ensayo. Ver cómo un personaje reacciona a una botella de sake o un libro raro, notar el tono de sus diálogos y cómo se abren narrativamente nuevas rutas en función de tus elecciones, convierte a cada partida en algo único.
Este enfoque tiene un impacto directo sobre la estructura del juego. Según los lazos que desarrolles, ciertos capítulos cambian completamente, y personajes como Magoichi, Ekei, Kotaro o la misteriosa Oyu pasan de ser simples PNJ a protagonistas de secciones enteras del juego. Algunos eventos solo suceden si cultivaste esa relación. Esto no solo incentiva la rejugabilidad: convierte cada run en un experimento emocional y mecánico. La sensación de descubrir nuevas escenas que antes no estaban allí le da una energía especial al conjunto, una que se siente viva, casi orgánica, frente al diseño modular de muchas campañas modernas.
Desde lo técnico, esta remasterización cumple con lo justo sin caer en la sobreproducción. No hay un rediseño completo, ni doblajes regrabados ni modelos 3D retocados hasta la extenuación. En cambio, se han mejorado las texturas, se ha pulido la interfaz, se ha adaptado el formato a pantallas panorámicas y se han agregado pequeñas comodidades como el guardado automático, la posibilidad de cambiar de arma sin entrar al menú y la inclusión de modos de dificultad desde el inicio. Nada espectacular, pero todo bienvenido. Lo que importa, en realidad, es que el alma rara de Onimusha 2 sigue intacta.
El sistema de combate, por su parte, mantiene ese equilibrio entre sencillez y timing que hace que funcione incluso hoy. Los combos son cortos, los enemigos agresivos, y el sistema Issen –que premia con un golpe letal al jugador que contraataca en el momento exacto– sigue siendo adictivo y satisfactorio. Cada arma Oni tiene su propio medidor de magia y su estilo particular, lo que empuja a rotarlas constantemente según la situación. El martillo Dokoutsui, por ejemplo, no solo es poderoso, sino que le inyecta una brutalidad visual inesperada al combate.
Más allá de las mecánicas, lo que realmente distingue a esta entrega es su tono. Onimusha 2 es extraño de forma deliberada. Desde los diálogos, con doblajes entre lo exagerado y lo melodramático, hasta las situaciones que rozan lo cómico, el juego nunca intenta parecer «serio» o pulido como una película de época. Hay algo teatral en sus ángulos fijos, en sus fondos prerenderizados que ahora lucen más limpios pero igual de pintorescos, en su forma de contar la historia a trozos, confiando en que el jugador atará los cabos por sí mismo. Y eso, en estos tiempos donde todo está explicado y sobreexpuesto, se siente refrescante.
Eso sí, no todo se salva con encanto retro. Hay elementos que envejecieron mal, como la reutilización evidente de escenarios y jefes del primer juego, que puede decepcionar cuando uno espera algo completamente nuevo. Encontrarse por tercera vez con los mismos enemigos poderosos sin demasiadas variaciones jugables puede romper el ritmo, especialmente en una campaña tan corta. Algunos de los puzzles también resultan demasiado crípticos para los estándares actuales, más por diseño obtuso que por dificultad genuina.
Aun así, la duración breve del juego (entre 8 y 10 horas) hace que incluso esos baches se sientan menores. La experiencia no busca extenderse artificialmente, sino empujarte a repetirla, a explorar otros caminos, a ver cómo cambian los eventos según tus decisiones. En ese sentido, Onimusha 2 está más cerca de una novela interactiva que de un RPG de acción al uso. Hay algo experimental en su ADN que se siente más afín a títulos recientes como Kunitsu-Gami: Path of the Goddess que a los clásicos de acción pura.
Ese carácter de secuela experimental también explica por qué Samurai’s Destiny suele ser visto como el «patito feo» de la trilogía original. No tiene la solidez argumental del primero ni la espectacularidad del tercero, pero sí una personalidad fuerte, una estructura caprichosa que invita a perderse en ella sin mapas, sin garantías. Es el juego más abierto de la serie en términos narrativos, y también el más imprevisible. Y eso no siempre se agradece en un medio tan dependiente de fórmulas.
Revivirlo ahora, gracias a esta remasterización, es una experiencia extraña en el mejor sentido. No te recibe con los brazos abiertos. No te guía. No se disculpa por ser confuso o anticuado. Pero si logras cruzar ese umbral, lo que encuentras es una obra única, irrepetible, y que por alguna razón sigue resonando más de lo que debería. Quizás porque, en el fondo, nos recuerda que los juegos no siempre tienen que explicarlo todo para ser memorables.
CONCLUSIÓN
Onimusha 2: Samurai’s Destiny Remaster es un testamento a una época en la que Capcom aún se permitía experimentar sin miedo al fracaso. Y si bien esta versión para PC no reinventa nada, sí preserva algo valioso: una forma de diseño que no se ve mucho hoy, y que todavía puede sorprender, confundir y fascinar en partes iguales.
Onimusha 2: Samurai’s Destiny está disponible en PC a través de Steam, en PlayStation 4|5, Xbox One, Xbox Series X|S y todas las consolas de la familia Nintendo Switch. Puedes ver el tráiler del lanzamiento a continuación.