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Sea of Stars: Throes of the Watchmaker DLC | Análisis (PC)

(9/10) ALTAMENTE RECOMENDADO

Cuando un juego como Sea of Stars deja huella, el temor a que cualquier contenido adicional diluya su magia es inevitable. No por falta de fe, sino por experiencia: hemos visto cómo expansiones innecesarias arruinan lo que antes parecía intocable. Por eso, la llegada de Throes of the Watchmaker genera inicialmente dudas. ¿Una aventura circense, con clones y un castillo mecánico como escenario? Suena a delirio. Pero resulta ser un delirio bien orquestado. Este DLC no solo expande el universo del juego base; lo reinventa con un tono más excéntrico, juguetón y melancólico, sin sacrificar su corazón.

Gracias a Sabotage Studio por el código para prensa usado en la realización de este análisis.

El centro de todo es la Relojera, esa figura misteriosa que en el juego base apenas tenía tiempo de pantalla, pero cuya presencia era lo bastante enigmática como para merecer un relato propio. Aquí, Sabotage Studio hace lo que muchos estudios temen: construye un nuevo núcleo narrativo alrededor de un personaje secundario, sin miedo a alterar la fórmula. El resultado es una especie de teatro dentro del teatro, un universo de bolsillo corrompido por la Carnívora y manipulado por la Titiritera, el clon oscuro de la Relojera. Es un truco clásico —la dualidad entre creador y reflejo— pero usado con gracia, sin cinismo.

Aunque el DLC se presenta como una aventura secundaria de ocho horas, hay una sensación de ciclo que lo atraviesa todo. No solo porque mecánicamente se vuelve a un punto inicial —los personajes pierden parte de sus habilidades y deben reaprender técnicas con nuevas clases—, sino porque hay un juego de repeticiones temáticas. Los clones de los héroes, los acertijos basados en sus egos, los escenarios que los confrontan consigo mismos: todo habla de mirar hacia atrás, revisar quiénes son y en quiénes se han convertido. Esta introspección no es profunda en términos filosóficos, pero sí lo suficiente para dar peso emocional a un juego que siempre ha jugado más con la forma que con el contenido.

Una de las decisiones más audaces del DLC es devolvernos a los controles con un enfoque completamente distinto: el combate sigue siendo por turnos, sí, pero ahora las clases están trastocadas, como si todo el sistema hubiera pasado por una caja de música rota. Zale como Malabarista, lanzando pasteles curativos y bolas solares gigantes. Valere con su vara de limbo y el trapecio volador. Artificier, el nuevo fichaje jugable, con cañones láser y ataques que requieren calcular trampolines. Todo suena como un circo desquiciado —y lo es— pero en ningún momento se siente gratuito.

Y lo mejor: jugar con estos nuevos estilos no es un simple “qué pasaría si”. Cada clase reformula cómo piensas el combate. La precisión en las pulsaciones, la coordinación de habilidades en equipo y la lectura de patrones enemigos se vuelven más importantes que nunca, especialmente porque ahora las “cerraduras” que bloquean los ataques especiales enemigos han sido rediseñadas como enigmas visuales. Ya no basta con tener el hechizo correcto; hay que leer las pistas, entender el contexto y anticiparse. El combate, lejos de volverse repetitivo o fácil, se convierte en un acto de equilibrio entre la estrategia y la intuición.

El castillo mecánico, donde transcurre la mayor parte de la aventura, es una de las mazmorras más creativas del juego. Su diseño no solo es visualmente llamativo —repleto de engranajes, pistas ópticas, escenarios que parecen sacados de una feria onírica—, sino que también alberga puzles que se sienten integrados con los temas de identidad y duplicación. La Torre de Marfil, por ejemplo, se construye alrededor del narcisismo del clon de Zale, y resolver sus acertijos requiere reconocer poses, gestos y jerarquías absurdas de podios. Es tan autorreferencial que por momentos parece una sátira del propio género.

Y sin embargo, nunca se burla de sí mismo. El tono es ligero, pero no irónico. El humor, presente en detalles como los ataques de pastel o los enemigos circenses, no mina la tensión del viaje. Incluso los jefes, aunque extravagantes, imponen respeto: los clones oscuros de los protagonistas, los guardianes del castillo, la misma Titiritera… todos representan una versión torcida, casi pesadillesca, de lo familiar. El DLC no da miedo, pero tiene un aire de cuento infantil contado desde un rincón del subconsciente. Es Tim Burton con paleta tropical.

Lo más sorprendente es cómo logra, en este tono caricaturesco, resolver cabos sueltos del juego base. Allí, Zale y Valere eran más bien funciones dentro de la mecánica —el sol y la luna— pero no tanto personajes en sí. Aquí, sus versiones clonadas y los desafíos individuales que enfrentan les otorgan algo de tridimensionalidad. No es que se vuelvan Hamlet de un momento a otro, pero hay humanidad en el espejo: una pequeña redención narrativa que el juego base debía y el DLC paga con intereses.

La inclusión de Artificier como personaje jugable es otro acierto. Convertir a una PNJ anterior en parte activa del equipo no solo refresca la dinámica, sino que permite nuevas sinergias en combate y un enfoque menos centrado en la dicotomía solar/lunar. Ella es el comodín que cambia las reglas, y aunque no tiene tanto desarrollo narrativo como sus compañeros, su diseño de habilidades —más técnico, más rítmico— la convierte en un placer para quienes disfrutan dominar sistemas con curva de aprendizaje.

Un aspecto que merece aplauso es la música. Si el juego base ya destacaba por su partitura melancólica y evocadora, aquí se da permiso para experimentar. Los temas del Castillo Mecánico, con su mezcla de cajas de música distorsionadas y percusiones de feria, logran crear una atmósfera inconfundible. Cada sala tiene su propia personalidad sonora, y eso ayuda a que incluso cuando el backtracking se vuelve necesario, no se sienta tedioso. Vas por las melodías tanto como por los ítems.

Claro que no todo es perfecto. Algunos puzles, especialmente los mosaicos opcionales, siguen pareciendo más una traba que un reto interesante. Y aunque el tono general funciona, hay momentos en los que el carnaval amenaza con saturar: tantos colores, tantos efectos, tantos giros de tono pueden cansar si juegas el DLC de un tirón. Es un menú degustación para paladares que disfrutan lo extravagante; si prefieres lo sobrio, puede empacharte.

Aun así, es difícil no salir satisfecho. Throes of the Watchmaker no solo evita los errores típicos de los DLC: los anticlímax, los parches mal cosidos, las historias intrascendentes. Aquí todo se siente pensado, medido, con cariño por el universo y respeto por el jugador. Que encima sea gratuito roza lo indecente. Hay contenido por el que uno pagaría sin pensarlo, y este está a ese nivel. A veces, regalar algo así es más poderoso que cobrarlo.

CONCLUSIÓN

El DLC Throes of the Watchmaker está disponible totalmente gratuito para los dueños de una copia de Sea of Stars. El juego base está disponible en PC a través de Steam, Microsoft Store y PC Game Pass, en PlayStation 4|5, Xbox One y Xbox Series X|S. Puedes ver el tráiler de lanzamiento a continuación.

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