(7.5) RECOMENDADO
No suelo asociar la palabra “apacible” con un juego que arranca con un naufragio. Pero Survival Kids, el inesperado regreso de una olvidada franquicia de Konami, llega a la Nintendo Switch 2 como una especie de simulador de supervivencia sin el “sufrimiento” que suele acompañar al género. Es un juego que no te castiga por experimentar ni por jugar mal, y eso, en un mundo donde la mayoría de los survival buscan matarte con rapidez y crueldad, es… refrescante. Pero también, por momentos, un poco frustrante. Especialmente si esperabas que este reboot moderno retuviera algo de la garra que tenía su versión original para Game Boy Color.
Gracias a Konami por el código para prensa usado en la realización de este análisis.
Desde el inicio, el tono de Survival Kids es más ligero que un coco flotando en el mar. El juego nos presenta como niños varados en una isla tropical que —en una de las ideas más simpáticas del diseño— resulta estar sobre el caparazón de una tortuga gigante (o “whurtle”, como las llaman aquí). Nuestro objetivo: recolectar materiales, resolver pequeños acertijos, construir una balsa y pasar a la siguiente isla… que también es otra tortuga, con otro naufragio, y otra lista de tareas. Y así se repite la historia.
No hay enemigos mortales, ni enfermedades raras, ni sistemas complicados de crafting. Aquí lo que hay es cooperación, cocoteros que brotan recursos casi a pedido, y un constante flujo de tareas sencillas como cortar madera, arrastrar objetos o construir redes de escalada. En solitario puede volverse monótono muy pronto, pero el juego se transforma cuando compartes la experiencia en multijugador local —especialmente si lo haces con un niño o una persona que apenas empieza en los videojuegos.
Y ahí está uno de los grandes aciertos del juego: su enfoque familiar. No hay penalizaciones severas, no hay muerte permanente. Ni siquiera el agotamiento por hambre te saca del juego. Survival Kids entiende que parte de su público va a estar formado por niños pequeños y adultos que quieren un cooperativo en el que puedan relajarse en lugar de estresarse. El sistema de control es tan generoso como intuitivo: basta con presionar “A” cerca de cualquier cosa para recogerla, sin preocuparte demasiado por menús o inventarios complicados.
Los puzles no son exactamente ingeniosos, pero tienen el encanto justo para mantenerte entretenido. Enganchar interruptores con una caña de pescar o planear con un paraguas es tan tonto como divertido. Y el hecho de que el campamento base sirva como un punto de reunión donde todos los jugadores pueden colaborar para crear herramientas u organizarse, le da a cada partida una sensación de pequeña comunidad. Todo se siente como una mezcla de Overcooked y Stardew Valley, pero con el volumen emocional bajado al mínimo.
Ahora bien, donde Survival Kids empieza a tambalearse es en su estructura. Cada nivel te pide básicamente lo mismo: empezar de cero, construir tu campamento, fabricar las herramientas básicas y reunir los materiales necesarios para seguir. Este reinicio constante se siente innecesariamente repetitivo. El juego no guarda ningún tipo de progreso significativo entre islas —ni siquiera conserva el personaje del segundo jugador entre sesiones—, lo que hace que la experiencia se vuelva redundante más rápido de lo deseado.
Lo más desmotivador, sin embargo, es la sensación de que la diversión está siempre demasiado controlada. Cada tarea, cada mecánica, está calibrada para que no haya sobresaltos. El sistema de resistencia, por ejemplo, apenas influye en la jugabilidad más allá de hacerte caminar un poco más lento. La pesca, que podría ser una actividad divertida por sí misma, se reduce a una tarea mecánica sin gracia. Y si bien el juego tiene secretos y tesoros escondidos que aportan algo de variedad, rara vez son suficientes para romper con la sensación de rutina.
Tampoco ayuda que gráficamente sea tan modesto. Las islas, si bien simpáticas, se ven bastante genéricas. Los modelos de personajes parecen sacados de un kit genérico de “niño cartoon” y las animaciones carecen de vida. Entiendo que parte del diseño visual busca ser accesible para todas las edades, pero eso no justifica que el juego se vea como un título de presupuesto limitado, especialmente considerando su precio.
Donde Survival Kids intenta recuperar terreno es en la rejugabilidad. Cada isla ofrece desafíos opcionales como encontrar todos los tesoros o completar el nivel en tiempo récord para obtener más estrellas, las cuales desbloquean niveles posteriores. Pero esta capa adicional de objetivos no cambia sustancialmente la experiencia base. Repetir las islas se vuelve una tarea más por completar que una oportunidad genuina de descubrir algo nuevo.
Una curiosidad interesante es su integración con GameShare, la función de Switch 2 que permite que otras consolas en la misma sala jueguen sin tener el juego instalado. En teoría suena increíble, pero en la práctica, esta modalidad introduce una latencia molesta y una caída de rendimiento que arruinan la experiencia. La pantalla dividida sigue siendo la forma más fluida y recomendable de jugar en cooperativo.
Aun así, y pese a todos sus defectos, hay algo que se siente genuino en Survival Kids. Es un juego que no pretende ser el más profundo ni el más vistoso, pero sí el más accesible. Y cuando lo juegas con alguien que no suele tocar videojuegos —como un niño de seis años que se autoproclama “el cocinero oficial del grupo” sin importar si tienen hambre o no— el juego realmente cobra sentido.
En ese tipo de sesiones, Survival Kids deja de ser una colección de tareas repetidas y se convierte en una excusa para reírse, para ayudar al otro a cargar un tronco río arriba o ver cómo una fruta explosiva arruina por completo los planes. En ese contexto, su simpleza se convierte en virtud. Porque no todos los juegos tienen que ofrecer una progresión compleja o un mundo abierto. A veces, basta con una pequeña isla, una caña de pescar mal construida, y un buen compañero de aventuras.
El problema, claro, es que esa magia no es universal. Si vas solo, probablemente no te entretengas más allá de un par de niveles. Si eres un jugador experimentado esperando mecánicas de supervivencia a lo Don’t Starve, vas a aburrirte rápido. Y si pagaste 50 dólares con la expectativa de revivir algo cercano al juego original de 1999, este reboot te va a parecer aguado, casi irreconocible.
CONCLUSIÓN
Si buscas un cooperativo tranquilo y apto para todas las edades, y tienes con quién jugarlo en el sofá, puede darte unas cuantas horas alegres. Si no, es difícil justificar su precio y sus limitaciones. Al final, como muchas cosas en la vida, Survival Kids es mejor cuando se comparte. Survival Kids no es el renacimiento que muchos fans esperaban, pero como experiencia familiar y cooperativa ligera tiene su encanto.
Survival Kids está disponible exclusivamente en Nintendo Switch 2. Puedes ver el tráiler de lanzamiento a continuación.